Hay dudas sobre si el virus ha venido para instarse o no en nuestras vidas, pero hay certezas de que la mascarilla se va a convertir en el nuevo complemento en nuestra vestimenta. Frente a la gripe, el resfriado, las infecciones bucales o labiales, la nueva prenda levanta una barrera de protección. Tras los primeros modelos azul celeste quirúrgicas y desechables, a la venta en supermercados y farmacias, han llegado las deluxe, de escaparate de calle comercial y de marca en el lateral.
Llegarán a una etapa de prèt-à-porter, cuando dejen entrever su marca, asomando desde el interior, sin ser un logo ostentoso.
Como las corbatas, los relojes y las gorras de beisbol, las mascarillas vivirán un periodo como soporte publicitario. Y como las primeras, llegarán a una etapa de prèt-à-porter, cuando dejen entrever su marca, asomando desde el interior, sin ser un logo ostentoso que se interponga entre los interlocutores.
Ninguna prenda es tan visible como la mascarilla. Cubre la boca, filtra las palabras que expresan el pensamiento, sale la voz que canta o protesta o se convierte en el anuncio de uno mismo, en la rueda de prensa o en la tribuna pública ante los medios de comunicación.
Me aventuro a describir su camino en 2021: colecciones cuidadas, objeto de regalo, soporte publicitario, recurso estético.
Esta Navidad llega con el resentimiento colectivo de repudio a la mascarilla, como una prenda de protección necesaria puntualmente. Me aventuro a describir su camino en 2021: colecciones cuidadas, objeto de regalo, soporte publicitario, recurso estético para resaltar los ojos y su mirada o valla publicitaria de personalidad. Larga vida, mascarilla.
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