Una frase hecha, que ya tiene al menos seis meses de vida: “Nada volverá a ser como antes”. Los cambios traumáticos nos asustan. Preferimos la suavidad del viento que va moldeando la roca a la erupción del volcán que expulsa lava incandescente y convierte en roca la falda que cae bajo su cráter. Y vuelta a empezar, de nuevo el viento erosionando años y años aquella piedra recién nacida.
Cambia nuestros hogares, nuestras familias, nuestros trabajos, las calles por las que cruzábamos una ciudad que no veíamos cambiar.
Así estamos, en medio de la explosión del volcán que cambia nuestras vidas cada cierto tiempo. Cambia nuestros hogares, nuestras familias, nuestros trabajos, las calles por las que cruzábamos una ciudad que no veíamos cambiar. Y de la noche a la mañana las vemos, las miramos, y nos aterra que nosotros también hemos cambiado sin darnos cuenta. Eso es lo que nos da miedo.
Mascarilla, distancia social (qué concepto híbrido más contradictorio) aforo, confinamiento perimetral, toque de queda.
Veíamos los autobuses llevando publicidad en sus costados, las paradas con sus muppies y el limpiacristales una vez a la semana, las lonas con grandes mensajes comerciales cubriendo edificios en rehabilitación, los repartidores de panfletos en las calles más comerciales… Y llegó el confinamiento de 2020 y el espacio público adquirió una nueva dimensión: se convirtió en un espacio lleno de normas, reglas, leyes. Mascarilla, distancia social (qué concepto híbrido más contradictorio) aforo, confinamiento perimetral, toque de queda.
Buscaremos una oportunidad en las nuevas calles en las que, sobre las mascarillas, surgen los ojos ávidos de percibir nuevas señales.
¿Qué hacemos con el street marketing, especie callejera de la acción publicitaria, que convoca a los viandantes para celebrar la irreverencia? Frente al paso de página editorial/publi y el acceso a bloque contenido de televisión/publicidad, el street marketing construye su atención sobre la acera, colgado en un edificio o flotando sobre una plaza. El vaso se derramó con la erupción del volcán Covid-19, y ahora lo tenemos medio vacío. ¿O medio lleno? Buscaremos una oportunidad en las nuevas calles en las que, sobre las mascarillas, surgen los ojos ávidos de percibir nuevas señales del nuevo mundo. Y no lo debemos desaprovechar.
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